Wednesday, October 18, 2006

La reputación de la industria es cosa de todos

Los problemas de seguridad recientes de algunos medicamentos, que han llevado en unos casos a incluir serias advertencias en los prospectos y en otros a su retirada, han minado de modo ostensible la confianza de los consumidores tanto en la industria farmacéutica como en los productos que comercializa. Ello unido a los costes crecientes y menor rendimiento de la I+D supone una seria amenaza para el futuro del sector. La reputación de la industria sigue estando en sus cotas más bajas, llegando a situarse al nivel de las compañías petroleras y tabaqueras, según ha revelado un sondeo de la empresa Gallup. Así lo comunicó a los periodistas Daniel Vasella, Presidente de Novartis y Presidente saliente de la IFPMA (la patronal mundial), durante la reunión que esta asociación mantuvo hace unos días en Ginebra. Según Vasella la codicia, la falta de transparencia, un marketing agresivo y una insensibilidad hacia las necesidades sanitarias de los menos favorecidos son los principales rasgos que se perciben actualmente en la industria. Algunos críticos, entre los que se cuentan personas de los ámbitos de la literatura de consumo y del cine documental, llegan a acusar a las compañías farmacéuticas de anteponer la rentabilidad a la seguridad.

Ante este panorama, los líderes de la IFPMA han expresado la voluntad de redoblar esfuerzos y continuar llevando a cabo iniciativas que doten a las actividades de la industria de mayor transparencia y comprensión. En este sentido, el pasado año la IFPMA puso en marcha una web que ofrece información sobre los ensayos clínicos actualmente en curso o ya realizados. Para el próximo año se anuncia la puesta en práctica de un nuevo código de buenas prácticas de comercialización, que contendrá los principios mínimos que garanticen una promoción apropiada de los medicamentos. De este modo se pone de manifiesto que el ejercicio del papel del autocontrol es una de las vías de las que dispone la industria para ganarse la confianza de los diferentes actores sanitarios y en especial de los pacientes.

En la misma línea, el pasado año la patronal de EEUU (PhRMA) aprobó una guía de consenso sobre la publicidad dirigida al consumidor (DTC), que se ha puesto en práctica en enero del presente año y cuyos principios son más restrictivos que los de la propia FDA. Algunas compañías van incluso más lejos. Por ejemplo, Bristol-Myers Squibb (BMS) se ha autoimpuesto la prohibición de llevar a cabo actividades de promoción DTC durante el primer año de lanzamiento de un nuevo producto. Durante este período la prioridad es informar a los profesionales sanitarios. Con esta autolimitación se pretende además enviar a los consumidores un claro mensaje: para la industria la seguridad de los pacientes es primordial.

A pesar de todas estas medidas, darle la vuelta a esta situación se me antoja una tarea de enorme dificultad. En primer lugar, porque la reputación es un valor que se cultiva y se construye durante largo tiempo y que, en cambio, puede perderse súbitamente. En segundo lugar, porque a pesar de que ninguna compañía desea comercializar un medicamento para tener que retirarlo después, con los eventuales costes de imagen y económicos, con los medios actuales resulta prácticamente imposible garantizar de modo absoluto la seguridad de los medicamentos. De la misma forma que es imposible garantizar que no se produzca ni un solo accidente aéreo. En tercer lugar, porque parece que hay individuos o grupos que por razones diversas (económicas, políticas, etc.) están interesados en minar la reputación de la industria. Y en cuarto lugar, y sin ánimo de ser exhaustivo, porque la imagen y la reputación de un sector depende del ejercicio de la responsabilidad de cada uno de sus miembros y, por lo tanto, la mala praxis de uno de ellos acaba por perjudicar a todo el conjunto, tirando por tierra el esfuerzo aplicado hasta ese momento.

A pesar de lo anterior, mejorar la situación actual deber ser el reto no sólo del sector, sino también de quienes nos gobiernan y de toda la sociedad en su conjunto. Pues no podemos permitirnos perder la confianza en una industria de la que en buena parte depende nuestro progreso y nuestra propia salud. Se precisa la colaboración de todos.

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