Saturday, April 25, 2009

Los últimos movimientos de GlaxoSmithKline


La compra de la estadounidense Stiefel por GlaxoSmithKline (GSK) confirma la estrategia puesta en marcha tras la llegada de Andrew Witty, su consejero delegado, hace poco menos de un año. Witty sabe por experiencia propia lo que le conviene. Después de haber bregado durante años con los lodos resultantes de las operaciones que dieron lugar a GSK, está convencido de que lo mejor para el futuro de la compañía son las adquisiciones selectivas de pequeño o mediano tamaño. En más de una ocasión ha manifestado públicamente su rechazo a una operación a gran escala.


Sin olvidar los productos sin receta (OTC) y las vacunas, el otro gran pilar de la estrategia de Witty lo constituye su apuesta por los mercados emergentes, principalmente Oriente Medio y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China). No en vano Witty, que llegó a GSK en 1985, llegó a dirigir las operaciones de la compañía en Sudáfrica y en la región Asia-Pacífico. Esta experiencia jugó probablemente a su favor para ser el elegido en la carrera por la sucesión de Jean-Pierre Garnier.


Mientras Pfizer y Merck parecen haber decidido resolver su futuro de un plumazo con las compras respectivas de Wyeth y de Schering-Plough, GSK se declara partidaria de colocar sus huevos en diferentes cestas, a través de alianzas y compras de menor entidad, lo que tal vez suponga más tiempo y esfuerzo, pero que a la larga la puede acabar situando en una posición competitiva superior. Qué duda cabe que la situación de sequía crediticia actual juega a su favor, al empujar a algunas compañías a venderse a un mejor precio.


Tan sólo tres días antes de anunciar la compra de Stiefel, se hizo público el acuerdo alcanzado por GSK y Pfizer para constituir una operación conjunta que combinaría los productos que ambas poseen para el tratamiento de la infección por el VIH. Una noticia que no dejó indiferente a nadie en el sector, ya que es la primera vez se produce un acuerdo de semejante naturaleza.


La entidad resultante comercializará once productos, cuya facturación conjunta en 2008 fue de 2.360 millones de dólares. La propiedad se reparte de forma asimétrica, correspondiéndole un 85 por ciento a GSK y el 15 por ciento restante a Pfizer. Esta proporción podrá variar en el futuro según se alcance o no las metas establecidas. Aunque las razones esgrimidas por los respectivos consejeros delegados parecen razonables, un análisis detallado ha llevado a The Wall Street Journal (WSJ) a especular con la venta de la nueva entidad a un tercero.


Por una parte el acuerdo aporta muy poco a GSK en términos de facturación. Por otra, en I+D tampoco hay una ganancia clara, al menos a corto plazo, ya que ninguna de las dos compañías tiene productos en fase III. Por lo tanto, la posibilidad de generar nueva facturación quedaría un tanto alejada en el tiempo. Eso si alguno de los productos en fase II consigue obtener la autorización de comercialización. En términos de escala tampoco se hace evidente el logro de una ventaja competitiva, ya que Bristol-Myers Squibb (BMS) y Gilead Sciences tienen facturaciones en este negocio iguales o superiores, que además presentan fuertes crecimientos.


En definitiva, para WSJ la operación sólo adquiere pleno sentido si se hace con la intención de vender la entidad resultante a un tercero, ya que la suma de los activos de ambas compañías, junto con los ahorros que puedan alcanzarse, configura una oferta mucho más atractiva que cada uno de los negocios por separado. WSJ llega incluso a especular con la posibilidad de que sea Abbott la compañía que pudiera interesarse por adquirir el nuevo spin-off, permitiéndole competir de igual a igual con BMS y Gilead.

Tuesday, April 14, 2009

BMS: ¿megafusión o futuro en solitario?


Después de las tres megafusiones acaecidas durante el primer trimestre de este año, otras de las gigantes del sector comienzan a inquietarse al ver que pueden llegar a perder su gran oportunidad, sobre todo en un momento en el que numerosas compañías se pueden comprar a buen precio. Entre ellas llama poderosamente la atención que Bristol-Myers Squibb (BMS), objeto frecuentemente de especulaciones sobre su adquisición durante los últimos dos años, siga manteniéndose independiente. Numerosos analistas han considerado que BMS podría ser la siguiente presa en la nueva ola de consolidación que han iniciado algunas de las compañías del top ten del sector.

Entre las posibles farmacéuticas a las que podría interesar hacerse con la propiedad de BMS, se viene citando a AstraZéneca, GlaxoSmithKline (GSK), Johnson & Johnson (J&J) o Sanofi-Aventis. Esta última es con la que se ha especulado en más ocasiones y es la que parece reunir más argumentos a su favor. Uno de los de más peso lo constituye el hecho de compartir la comercialización del anticoagulante Plavix (clopidogrel DCI) y del antihipertensivo Avapro/Aprovel/Karvea (irbesartán DCI), cuyas patentes vencen en 2012, año en que perdía también los derechos de comercialización del antidepresivo Abilify (aripiprazol DCI), aunque acaba de acordar con Otsuka su renovación hasta 2015. En 2008 los tres productos aportaron el 45 por ciento de la facturación neta total.

Durante los últimos dos años, James Cornelius, el consejero delegado que sustituyó a Peter Dolan al frente de la compañía, ha gobernado con éxito el destino de ésta, anticipando medidas de respuesta a futuras amenazas competitivas y preparándose para sortear la crisis que vive el sector. Ha cerrado acuerdos de licencia, y desinvertido en operaciones que no considera parte de su negocio principal, empleando el efectivo obtenido en la adquisición de pequeñas compañías con el fin de fortalecer su pipeline.

Por ello se ha desprendido de unidades de negocio que no son propiamente farmacéuticas y ha sacado a bolsa parte de la unidad de nutrición infantil Mead Johnson. Desde el pasado mes de septiembre ha logrado cerrar seis acuerdos, y ha finalizado el 2008 con 8.000 millones de dólares en tesorería. Además, mediante los programas de reducción de costes que ha puesto en marcha pretende alcanzar un ahorro de 1.500 millones de dólares anuales en 2010. Todo ello ha convertido a BMS en una compañía aún más interesante para ser objetivo de compra, lo que se ha visto reflejado en la evolución del valor de su acción.

Su cartera de productos se revela especialmente atractiva en las áreas de cáncer, cardiovascular y biológicos. Entre los productos que tiene en fase final de investigación con grandes posibilidades de alcanzar el mercado a corto plazo se encuentran apixaban (anticoagulante) y saxagliptina (antidiabético), ambos con potencial para llegar a convertirse en blockbusters. Sin duda, este atractivo pipeline encajaría muy bien con las necesidades de Sanofi, ampliando sus propias líneas en las áreas citadas y permitiéndole reforzar su presencia en Estados Unidos. Aun así, su consejero delegado, Chris Viehbacher, declaró estar considerando adquisiciones en el rango de los 5.000 a los 15.000 millones de dólares, lo que supone implícitamente el descarte de BMS.

Por su parte, lejos de despejar incógnitas, Tim Anderson, analista de Bernstein Research, acaba de rebajar la calificación de las acciones de BMS, desde un comportamiento esperado "por encima del mercado" a "similar al mercado". Según la información difundida por Associated Press, Anderson considera menos probable la megafusión, ya que GSK, Eli Lilly, AstraZéneca y Sanofi-Aventis han descartado la compra de una gran farmacéutica y tampoco considera probable la adquisición por parte de J&J o Abbott. ¿Continuará pues BMS su camino en solitario?