Monday, July 20, 2009

El futuro no está en los genéricos


El conocido aforismo no suele fallar: siempre solemos acordarnos de Santa Bárbara cuando truena. Nos hallamos en situación de pandemia oficialmente declarada, fabricando vacunas contra reloj, con una capacidad de producción insuficiente que permita vacunar a toda la población, a poder ser antes de que el invierno alcance el hemisferio norte, y con la actual crisis económica como trasfondo del cuadro. Que ante semejante coyuntura la OMS salga en defensa de la industria innovadora no resulta sorprendente. Aunque sí resulta lamentable que tenga que producirse una situación grave desde el punto de vista sanitario para reconocer la necesidad de estimular la innovación farmacéutica con patentes lucrativas u otro tipo de incentivos, como ha defendido recientemente Margaret Chan, directora general del citado organismo internacional.


Y al tiempo que Chan rompe una lanza a favor de la industria innovadora, la comisaria europea de competencia Neelie Kroes aparece poniendo el contrapunto al señalar a este sector con el dedo acusándolo de prácticas anticompetitivas con el fin de demorar la entrada de genéricos al mercado. La escena resulta cuando menos chocante y bien merece una pausada reflexión. A este respecto no tengo la intención de repetir nuevamente mi opinión sobre el tema, pues ya lo hice en este blog el pasado diciembre y continúa siendo la misma.


En esta ocasión se trata de analizar por dónde puede ir el futuro del sector, cuya situación ha cambiado de modo sustancial a lo largo del período analizado por la comisaria Kroes en su informe. El cambio ha sido tan profundo que empieza a dejar de tener sentido hablar de industria de marca e industria de genéricos, pues sus límites se están difuminando cada vez más. Ambas se van entremezclando, si se me permite la comparación, como lo hacen las aguas del río Negro y el río Solimões cuando se encuentran para formar el Amazonas. A medida que vayan venciendo las patentes de los productos de marca, los biológicos de marca van a ir ganando mayor protagonismo. Finalmente, éstos serán los productos más vendidos. Por ejemplo, en el segmento de los medicamentos para tratar enfermedades autoinmunes ya se da esta particularidad al estar dominado por anticuerpos monoclonales (Avastin, Humira, Rituxan, Herceptin, etc.). En los próximos cinco años, la mayoría de los blockbuster de este nicho serán biológicos.


Los genéricos actuales son pequeñas moléculas que resultan fáciles de replicar. Por el contrario, los productos biológicos son mucho más complejos de producir, por lo que el futuro no está en los genéricos, un mercado de commodities que estará dominado por un puñado de compañías que fabricarán grandes volúmenes a un bajo coste. El futuro seguirá estando en la innovación, ya sea para conseguir nuevas moléculas o para elaborar biosimilares. A las empresas de genéricos actuales no les va a quedar más remedio que innovar. Si no quieren quedarse atrás deberán invertir mucho más, como ya hace Teva. Pero, con el grado de rivalidad actual y los niveles de precios a los que se está llegando, apenas hay margen de maniobra para actuar.


En la actualidad la inmensa mayoría de medicamentos todavía se administran por vía oral. Estos necesitan por lo general superar diversos obstáculos (tubo digestivo, metabolismo hepático, proteínas plasmáticas, etc.) antes de alcanzar su diana terapéutica. La situación ideal sería la de poder administrar el fármaco directamente en el lugar donde debe ejercer la acción. Por ello, prevemos que buena parte de la innovación futura va a ir en esta dirección y el valor añadido de nuevos medicamentos estará en formas galénicas hasta ahora desconocidas y en los dispositivos de aplicación, como sucede en el mercado de las insulinas con los bolis o plumas, donde los competidores tradicionales (Novo, Eli Lilly,…), a base de innovar en éstos, consiguen mantener su liderazgo.