Monday, December 14, 2009

Las grandes farmacéuticas piensan ahora en pequeño


El reciente acuerdo de Pfizer con Protalix BioTherapeutics podría valorarse como menos importante, si se juzga en base al monto de la operación y al nicho terapéutico. A principios de diciembre Pfizer acordó pagar a la firma israelí 115 millones de dólares (60 en un inicio y 55 con posterioridad) por los derechos para comercializar fuera de Israel una terapia (taliglucerasa alfa) para el tratamiento de la enfermedad de Gaucher, un trastorno genético raro que afecta a uno de cada 20.000 nacidos vivos, que tiene su origen en la deficiencia de un enzima, que daña el hígado y la médula ósea y que puede llegar a causar la muerte.

En realidad el acuerdo de Pfizer tiene mucho más calado del que parece. De entrada le permite ampliar su presencia en el área de productos biológicos o de medicamentos obtenidos a partir de cultivos celulares. Frente a las pequeñas moléculas tradicionales, los biológicos permiten obtener una mayor facturación y son más difíciles de copiar. Por otra parte, Pfizer se posiciona en el nicho de las enfermedades raras o huérfanas, que hasta hace poco era un segmento más propio de pequeñas empresas de biotecnología y que, al igual que los genéricos, ha sido ignorado durante años por las grandes farmacéuticas. 

Los vencimientos de patentes de productos superventas y la escasez de sustitutivos ha motivado un cambio radical en el panorama de la industria, de manera que compañías como Pfizer, GlaxoSmithKline o Sanofi-Aventis (por citar algunos ejemplos) están cambiando su foco de atención desde los medicamentos obtenidos de la química y destinados a mercados amplios como colesterol elevado, diabetes, hipertensión, etcétera, a segmentos tan dispares como genéricos, medicamentos huérfanos, economías emergentes, OTC y vacunas.

Los tratamientos para las enfermedades raras soportan una menor presión sobre los precios que los medicamentos que se emplean en las enfermedades habituales, para las que normalmente existen varias opciones. Que el interés de Pfizer por las enfermedades raras es una tendencia que siguen otras grandes farmacéuticas se puede constatar observando algunos movimientos acaecidos durante los últimos meses del presente año. Por ejemplo, el pasado mes de junio Novartis obtuvo el visto bueno de la FDA para comercializar Ilaris (canakinumab), un producto que se utiliza para el tratamiento de niños y adultos con síndrome periódico asociado a la criopirina (CAPS por sus siglas en inglés). En octubre GlaxoSmithKline anunció un acuerdo con la biotecnológica holandesa Prosensa, con la finalidad de desarrollar fármacos para el tratamiento de la distrofia muscular de Duchenne.

Aunque constituye una opción estratégica interesante, la introducción de las líderes del sector en el campo de las enfermedades raras no ha sido recibida con agrado por parte de los delegados de ventas. La pérdida de exclusividad de los productos superventas ha exigido la implementación de programas de reducción de gastos con el fin de compensar, al menos en parte, una facturación y un beneficio esperados menores. Ello ha supuesto el cierre de fábricas y de centros de investigación, así como la reducción de puestos de trabajo ocupados en buena parte por investigadores y visitadores médicos.

Los productos de nicho no tienen necesidad de grandes redes comerciales. Basta con unos pocos visitadores para atender un mercado especializado, en el que los productos que se sitúen entre los 200 y los 500 millones de dólares de facturación serán considerados exitosos. Con todo, hay quien se muestra escéptico de que las grandes farmacéuticas sean capaces de adaptarse al nuevo modelo de los minibusters o nichebusters. Para poderlo hacer será preciso desprenderse de servidumbres organizativas y modificar ciertos hábitos culturales.

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